Pepilla
Como viste ropaje tan leve
me da pesadumbres,
pues él filtra y enseña vislumbres
de la carne de rosa y de nieve.
¡Y qué andar! La mocita se mueve
con garbo de chula.
Viene y va, y en la marcha modula
un canto de líneas,
y en las formas, apenas virgíneas,
una gracia de sierpe le undula.
Como el sándalo emite una esencia,
la chica reboza
acre aroma de opima y jugosa
pubertad en febril abstinencia.
Se revuelve con mucha violencia
y a veces me humilla.
Bien aprecia su gran pantorrilla
y así, no le importa
que propulse la falda ya corta
y eche a vuelo por alto la orilla.
Con sus ojos de ardiente demonio
que ven al soslayo,
quebrantara de un golpe de rayo
la virtud de cualquier San Antonio.
En la espuma del mar sacro al jonio
deidad menos bella
sacudió, remedando una estrella,
el suelto y profuso
y dorado borlón cuando impuso
con el iris al nácar la huella.
Si en celoso y colérico ensayo
increpo y rezongo
por traer al misterio del hongo
flor triunfal en su pompa de mayo,
la doncella me tira del sayo
y a besos me aguisa;
pero no sin mostrarse insumisa
y osada y segura;
y con timbre de plata murmura
entre granas y perlas de risa:
«Hembra linda no pierde la gloria
por macho importuno:
debe ser a los más y no a uno,
esplendor y delicia y memoria.
La hermosura inhonesta y notoria
contenta el Destino,
que quien hace con mágico tino
labor esmerada,
no la tiene para una mirada
y un placer en el breve camino».
martes, 22 de septiembre de 2009
La canciÓn del paje
La canciÓn del paje
Tan abierta de brazos como de piernas,
tocas el arpa y ludes madera y oro.
Dejo al mueble la plaza por el decoro
y contemplo caricias a hurgarme tiernas.
A tu ardor me figuras y subalternas
en la intención del alma que bien exploro,
y en el roce del cuerpo con el sonoro
y opulento artefacto que mal gobiernas.
Y tanto me convidas, que ya me infiernas;
y refrenado y mudo finjo que ignoro,
para que si hay ultraje no lo disciernas.
Por fiel a un noble amigo pierdo un tesoro...
Tan abierta de brazos como de piernas,
tocas el arpa y ludes madera y oro.
Tan abierta de brazos como de piernas,
tocas el arpa y ludes madera y oro.
Dejo al mueble la plaza por el decoro
y contemplo caricias a hurgarme tiernas.
A tu ardor me figuras y subalternas
en la intención del alma que bien exploro,
y en el roce del cuerpo con el sonoro
y opulento artefacto que mal gobiernas.
Y tanto me convidas, que ya me infiernas;
y refrenado y mudo finjo que ignoro,
para que si hay ultraje no lo disciernas.
Por fiel a un noble amigo pierdo un tesoro...
Tan abierta de brazos como de piernas,
tocas el arpa y ludes madera y oro.
sábado, 12 de septiembre de 2009
A blanca
A blanca
¡Tu belleza mirífica no asoma
y en éxtasis escucho tu voz clara,
que llega del jardín cual un aroma,
pero cual un aroma que cantara!
¡Endulzas con tu acento un mar de acíbar
y en éxtasis escucho tu voz clara,
que viene de un amor, cual un almíbar,
pero cual un almíbar que cantara!
¡Tu belleza mirífica no asoma
y en éxtasis escucho tu voz clara,
que llega del jardín cual un aroma,
pero cual un aroma que cantara!
¡Endulzas con tu acento un mar de acíbar
y en éxtasis escucho tu voz clara,
que viene de un amor, cual un almíbar,
pero cual un almíbar que cantara!
La nube
La nube
¿Qué te acongoja mientras que sube
del horizonte del mar la nube,
negro capuz?
Tendrán por ella frescura el cielo,
pureza el aire. verdor el suelo,
matiz la luna.
No tiembles. Deja que el viento amague
y el trueno asorde y el rayo estrague
campo y ciudad;
tales rigores no han de ser vanos...
¡Los pueblos hacen con rojas manos
la Libertad!
¿Qué te acongoja mientras que sube
del horizonte del mar la nube,
negro capuz?
Tendrán por ella frescura el cielo,
pureza el aire. verdor el suelo,
matiz la luna.
No tiembles. Deja que el viento amague
y el trueno asorde y el rayo estrague
campo y ciudad;
tales rigores no han de ser vanos...
¡Los pueblos hacen con rojas manos
la Libertad!
Idilio ( fragmentos )
Idilio ( fragmentos )
A tres leguas de un puerto bullente
que a desbordes y grescas anima,
y al que un tiempo la gloria y el clima
adornan de palmas la frente,
hay un agrio breñal, y en la cima
de un alcor un casucho acubado,
que de lejos diviso a menudo,
y riéndose apoya un costado
en el tronco de un mango copudo.
Distante, la choza resulta montera
con borla y al sesgo sobre una mollera.
El sitio es ingrato, por fétido y hosco.
El cardón, el nopal y la ortiga
prosperan; y el aire trasciende a boñiga,
a marisco y a cieno; y el mosco
pulula y hostiga.
La flora es enérgica para
que indemne y pujante soporte
la furia del soplo del Norte,
que de octubre a febrero no es rara,
y la pródiga lumbre febea,
que de marzo a septiembre caldea.
El Oriente se inflama y colora,
como un ópalo inmenso en un lampo,
y difunde sus tintes de aurora
por piélago y campo.
y en la magia que irisa y corusca,
una perla de plata se ofusca. (...)
* * *
Y a la puerta del viejo bohío
que oblicuando su ruina en la loma
se recuesta en el árbol sombrío,
una rústica grácil asoma,
como una paloma.
¡Infantil por edad y estatura,
sorprende ostentando sazón prematura;
elásticos bultos de te--s opimas;
y a juzgar por la equívoca traza,
no semeja sino una rapaza
que reserva en el seno dos limas!
Blondo y grifo e inculto el cabello,
y los labios turgentes y rojos,
y de tórtola el garbo del cuello,
y el azul de zafiro en los ojos.
Dientes albos, parejos, enanos,
que apagado coral prende y liga,
que recuerdan, en curvas de granos,
el maíz cuando tierno en la espiga.
La nariz es impura, y atesta
una carne sensual e impetuosa;
y en la faz, a rigores expuesta,
la nieve da en ámbar, la púrpura en rosa,
y el júbilo es gracia sin velo,
y en cada carrillo produce un hoyuelo.
La payita se llama Sidonia;
llegó a México en una barriga:
en el vientre de infecta mendiga
que, del fango sacada en Bolonia,
formó parte de cierta colonia,
y acabó de miseria y fatiga.(...)
(...) La luz torna las aguas espejos;
y en el mar sin arrugas ni ruidos
reverbera con tales reflejos,
que ciega, causando vahídos.
El ambiente sofoca y escalda;
y encendida y sudando, la chica
se despega y sacude la falda,
y así se abanica.
Los guiñapos revuelan en hondas...
La grey pace y trisca y holgando se tarda...
y al amparo de umbráticas frondas
la palurda se acoge y resguarda.
Y un borrego con gran cornamenta
y pardos mechones de lana mugrienta,
y una oveja con bucles de armiño
-la mejor en figura y aliño-
se copulan con ansia que tienta.
La zagala se turba y empina...
y alocada en la fiebre del celo,
lanza un grito de gusto y de anhelo...
¡Un cambujo patán se avecina!
Y en la excelsa y magnífica fiesta,
y cual mácula errante y funesta,
un vil zopilote resbala
tendido e inmóvil el ala.
A tres leguas de un puerto bullente
que a desbordes y grescas anima,
y al que un tiempo la gloria y el clima
adornan de palmas la frente,
hay un agrio breñal, y en la cima
de un alcor un casucho acubado,
que de lejos diviso a menudo,
y riéndose apoya un costado
en el tronco de un mango copudo.
Distante, la choza resulta montera
con borla y al sesgo sobre una mollera.
El sitio es ingrato, por fétido y hosco.
El cardón, el nopal y la ortiga
prosperan; y el aire trasciende a boñiga,
a marisco y a cieno; y el mosco
pulula y hostiga.
La flora es enérgica para
que indemne y pujante soporte
la furia del soplo del Norte,
que de octubre a febrero no es rara,
y la pródiga lumbre febea,
que de marzo a septiembre caldea.
El Oriente se inflama y colora,
como un ópalo inmenso en un lampo,
y difunde sus tintes de aurora
por piélago y campo.
y en la magia que irisa y corusca,
una perla de plata se ofusca. (...)
* * *
Y a la puerta del viejo bohío
que oblicuando su ruina en la loma
se recuesta en el árbol sombrío,
una rústica grácil asoma,
como una paloma.
¡Infantil por edad y estatura,
sorprende ostentando sazón prematura;
elásticos bultos de te--s opimas;
y a juzgar por la equívoca traza,
no semeja sino una rapaza
que reserva en el seno dos limas!
Blondo y grifo e inculto el cabello,
y los labios turgentes y rojos,
y de tórtola el garbo del cuello,
y el azul de zafiro en los ojos.
Dientes albos, parejos, enanos,
que apagado coral prende y liga,
que recuerdan, en curvas de granos,
el maíz cuando tierno en la espiga.
La nariz es impura, y atesta
una carne sensual e impetuosa;
y en la faz, a rigores expuesta,
la nieve da en ámbar, la púrpura en rosa,
y el júbilo es gracia sin velo,
y en cada carrillo produce un hoyuelo.
La payita se llama Sidonia;
llegó a México en una barriga:
en el vientre de infecta mendiga
que, del fango sacada en Bolonia,
formó parte de cierta colonia,
y acabó de miseria y fatiga.(...)
(...) La luz torna las aguas espejos;
y en el mar sin arrugas ni ruidos
reverbera con tales reflejos,
que ciega, causando vahídos.
El ambiente sofoca y escalda;
y encendida y sudando, la chica
se despega y sacude la falda,
y así se abanica.
Los guiñapos revuelan en hondas...
La grey pace y trisca y holgando se tarda...
y al amparo de umbráticas frondas
la palurda se acoge y resguarda.
Y un borrego con gran cornamenta
y pardos mechones de lana mugrienta,
y una oveja con bucles de armiño
-la mejor en figura y aliño-
se copulan con ansia que tienta.
La zagala se turba y empina...
y alocada en la fiebre del celo,
lanza un grito de gusto y de anhelo...
¡Un cambujo patán se avecina!
Y en la excelsa y magnífica fiesta,
y cual mácula errante y funesta,
un vil zopilote resbala
tendido e inmóvil el ala.
sábado, 5 de septiembre de 2009
A una dama
A una dama
Bailas por antojo que al mancebo engríe;
y "escotada" luces dos hechizos fuera,
y en el rubio monte de tu cabellera
una flor de grana bruscamente ríe.
¡Pasas, huyes, tornas y el placer deslíe
fósforo combusto que te pinta ojera,
y tu maridazo mira errar la hoguera
y nada barrunta que le contraríe!
¡Y en el rubio monte de tu cabellera
una flor de grana bruscamente ríe!
Bailas por antojo que al mancebo engríe;
y "escotada" luces dos hechizos fuera,
y en el rubio monte de tu cabellera
una flor de grana bruscamente ríe.
¡Pasas, huyes, tornas y el placer deslíe
fósforo combusto que te pinta ojera,
y tu maridazo mira errar la hoguera
y nada barrunta que le contraríe!
¡Y en el rubio monte de tu cabellera
una flor de grana bruscamente ríe!
Estrofas varias
Estrofas varias
A ti la de radiante y angélica hermosura,
la rubia de ojos negros que lleva el traje azul,
la del lunar lascivo junto a la boca pura,
mujer hecha de aroma, música y de luz.
* * *
A la Sra. Sofía de González Llorca
Voz que adoras me ruega que escriba
aquí en esta hoja mi nombre manchado:
¡el atraiga y reciba
de tus ojos el lustre dorado!
* * *
hurgo el arte que admiro y reverencio,
y así doy con exégesis gloriosas
que unir a la hermosura y el silencio
de las calladas y divinas cosas.
* * *
El odio que alimentas no me extraña,
sólo pagas rindiendo cual valiente
el sentimiento indómito y ardiente
que se retuerce en mi convulsa entraña.
Por eso...
en medio de mis odios te venero,
por firme, por valiente,
por sincero.
* * *
San Antonio y Cantoche son dos puntas
que se presentan en la mente mía
como dos manos que estuvieron juntas
y se siguen buscando todavía.
* * *
Bendita tú, la del cantar que admiro,
la que muestra una fe libre de peste,
y en la pública fuente echa el zafiro,
la gota azul, el talismán celeste.
* * *
En tu recado encontré
ortográficos excesos;
y no me explico por qué,
al pedirme veinte besos,
pusiste besos con pe.
A ti la de radiante y angélica hermosura,
la rubia de ojos negros que lleva el traje azul,
la del lunar lascivo junto a la boca pura,
mujer hecha de aroma, música y de luz.
* * *
A la Sra. Sofía de González Llorca
Voz que adoras me ruega que escriba
aquí en esta hoja mi nombre manchado:
¡el atraiga y reciba
de tus ojos el lustre dorado!
* * *
hurgo el arte que admiro y reverencio,
y así doy con exégesis gloriosas
que unir a la hermosura y el silencio
de las calladas y divinas cosas.
* * *
El odio que alimentas no me extraña,
sólo pagas rindiendo cual valiente
el sentimiento indómito y ardiente
que se retuerce en mi convulsa entraña.
Por eso...
en medio de mis odios te venero,
por firme, por valiente,
por sincero.
* * *
San Antonio y Cantoche son dos puntas
que se presentan en la mente mía
como dos manos que estuvieron juntas
y se siguen buscando todavía.
* * *
Bendita tú, la del cantar que admiro,
la que muestra una fe libre de peste,
y en la pública fuente echa el zafiro,
la gota azul, el talismán celeste.
* * *
En tu recado encontré
ortográficos excesos;
y no me explico por qué,
al pedirme veinte besos,
pusiste besos con pe.
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