lunes, 6 de agosto de 2012

Vigilia y sueño

Vigilia y sueño
de Salvador Díaz Mirón






La moza lucha con el mancebo
-su prometido y hermoso efebo-
y vence a costa de un traje nuevo.

Y huye sin mancha ni deterioro
en la pureza y en el decoro,
y es un gran lirio de nieve y oro.

Y entre la sombra solemne y bruna,
yerra en el mate jardín, cual una
visión compuesta de aroma y luna.

Y gana el cuarto, y ante un espejo,
y con orgullo de amargo dejo,
cambia sonrisas con un reflejo.

Y echa cerrojos, y se desnuda,
y al catre asciende blanca y velluda,
y aún desvestida se quema y suda.

Y a mal pabilo, tras corto ruego,
sopla y apaga la flor de fuego,
y a la negrura pide sosiego.

Y duerme a poco. Y en un espanto,
y en una lumbre, y en un encanto,
forja un suceso digno de un canto.

¡Sueña que yace sujeta y sola
en un celaje que se arrebola,
y que un querube llega y la viola!

¿Por qué?

¿Por qué?
de Salvador Díaz Mirón






Cuando a mis ojos tristes la alegre mariposa,
como una flor errante discurre en el vergel,
¿por qué se me figura que es tu alma caprichosa
que flota en la mañana y va de rosa en rosa
bebiendo hasta saciarse rocío, esencia y miel?

Cuando la tarde cae, cendal de color lila,
y Véspero aparece en el etéreo tul,
¿por qué pienso en el nácar que irradia tu pupila
y que es como una perla preciosa que cintila,
expuesta en un destello sobre una concha azul?

Cuando la noche llega y en sus tinieblas lloro,
llamando a mí una dicha que para siempre huyó,
¿por qué miro en la sombra, blanca ilusión que adoro,
tu cabecita alada, tu cabecita de oro,
como uno de esos ángeles que Rafael soñó?

Cuando entre la penumbra de las acacias veo
cómo los fuegos fatuos saltan aquí y allí,
¿por qué, presa insensata de mi tenaz deseo,
los sigo ansiosamente de tumba en tumba y creo
que son tus pies de sílfide que danzan ante mí?

Si la pasión que abrigo, doliente y sin consuelo,
no ha de salvar la sima que media entre los dos,
¿por qué a ti se dirige mi inextinguible anhelo
como la aguja al norte, como la llama al cielo,
como la espira de humo del incensario a Dios?

Pinceladas

Pinceladas
de Salvador Díaz Mirón






I
Pardas o grises, donde no musgosas,
Tres tapias; y cuadrando el vergelillo,
Reja oculta en verdor florido en rosas,
Que son como de un ámbar amarillo.

Césped. Un pozo con brocal de piedra,
Lirios, Nardos, Jazmines, Heliotropos.
Un copudo laurel que al sesgo medra,
Con telarañas como grandes gropos.

Un firmamento rubio. Vésper brilla,
A manera de lágrima que brota
Y que creciente único se orilla
Para efundir o evaporar su gota.

Bien lejos, y en un arco de horizonte,
Rica y negral vegetación abunda;
Y descediendo los pliegues de tal monte,
Y en símbolo de tierra tan fecunda,

Volcán enhiesto y cónico alardea,
Como en robusta madre teta erguida
Que se vierte de tímida y albea
¡Medio empapada en su licor de vida!

II

Como tenue labor, hecha con vaga
Nieve ideal por manos de chicuelos,
Y que lenta fusión merma y estraga
En la sublime curva de los cielos.

Un trasunto se borra en una nube:
El de un ángel monstruoso por deforme.
Gloria. Silencio. Paz. La Luna sube
Del término del mar, flave y enorme.

Asciende y disminuye y palidece;
Y en el cerco irisado que la enviste
Como de sacra majestad, parece
La cabeza de un dios enfermo y triste.

Y su místico imán turba la calma
Y prende un ala torpe al grave anhelo,
Y suscita en el ponto y en el alma
Ciego y estéril ímpetu de vuelo.

viernes, 6 de julio de 2012

Pepilla

Pepilla
de Salvador Díaz Mirón





Como viste ropaje tan leve
me da pesadumbres,
pues él filtra y enseña vislumbres
de la carne de rosa y de nieve.
¡Y qué andar! La mocita se mueve
con garbo de chula.
Viene y va, y en la marcha modula
un canto de líneas,
y en las formas, apenas virgíneas,
una gracia de sierpe le undula.

Como el sándalo emite una esencia,
la chica reboza
acre aroma de opima y jugosa
pubertad en febril abstinencia.
Se revuelve con mucha violencia
y a veces me humilla.
Bien aprecia su gran pantorrilla
y así, no le importa
que propulse la falda ya corta
y eche a vuelo por alto la orilla.

Con sus ojos de ardiente demonio
que ven al soslayo,
quebrantara de un golpe de rayo
la virtud de cualquier San Antonio.
En la espuma del mar sacro al jonio
deidad menos bella
sacudió, remedando una estrella,
el suelto y profuso
y dorado borlón cuando impuso
con el iris al nácar la huella.

Si en celoso y colérico ensayo
increpo y rezongo
por traer al misterio del hongo
flor triunfal en su pompa de mayo,
la doncella me tira del sayo
y a besos me aguisa;
pero no sin mostrarse insumisa
y osada y segura;
y con timbre de plata murmura
entre granas y perlas de risa:

«Hembra linda no pierde la gloria
por macho importuno:
debe ser a los más y no a uno,
esplendor y delicia y memoria.
La hermosura inhonesta y notoria
contenta el Destino,
que quien hace con mágico tino
labor esmerada,
no la tiene para una mirada
y un placer en el breve camino».

Oración del preso[1]

Oración del preso[1]
de Salvador Díaz Mirón






¡Señor, tenme piedad, aunque a ti clame
sin fe! ¡perdona que te niegue o riña
y el ara tienda con bochorno infame!

Vuelvo al antiguo altar. ¡No en vano ciña
guirnaldas a un león y desparrame
riego que pueda prosperar tu viña!

¡Líbrame por merced, como te plugo
a Bautista y Apóstol en Judea,
ya que no me suicido ni me fugo!

¡Inclínate al cautivo que flaquea;
y salvo, como Juan por el verdugo,
o como Pedro por el ángel sea!

Habito un orco infecto; y en el manto
resulto cebo a chinche y pulga y piojo;
¡y afuera el odio calumnia en tanto!

¿Qué mal obré para tamaño enojo?
El honor del poeta es nimbo santo
¡y la sangre de un vil es fango rojo!

Mi pobre padre cultivó el desierto.
Era un hombre de bien, un sabio artista,
y de vergüenza y de pesar ha muerto!

¡Oh mis querubes! ¡Con turbada vista
columbro ahora el celestial e incierto
grupo que aguarda, y a quien todo atrista!

¡Y oigo un sordo piar de nido en rama,
un bullir de polluelos ante azores;
y el soplado tizón encumbra llama!

¡Dios de Israel, acude a mis amores:
y rían a manera de la grama,
que hasta batida por los pies da flores!

1.↑ Escrita en la cárcel de Veracruz

Ópalo

Ópalo
de Salvador Díaz Mirón





A la vieja necrópolis me arrimo;
y en el tumulto del desborde rimo
la postrera canción,
no conforme a la Lógica y al Arte,
sino según el verso brinca y parte
¡del mismo corazón!

Así surgida de la oculta vena
el agua pura se levanta y suena
en curva de cristal;
y al extremar la iridiscente ojiva,
toca en tierra y se alarga fugitiva,
¡caprichosa y triunfal!

¡Cuál voy! El hombre labra su fortuna,
como el río su cauce; mas la cuna
y el medio siempre son
árbitros ¡Ay! Para las dos corrientes,
pues que dan a las linfas y a las gentes
¡impulso y dirección!

Si resulté raudal turbio de cieno
y espumante de cólera en un trueno,
en un fragor de alud,
la margen verdeció, y un espejismo
puso en mí, como prez, el otro abismo:
¡el de la excelsitud!

Entro. ¡-Hierbas y nichos y pendientes:
ponto con arrecifes rompientes-!
Alzo del polvo un lar:
un caracol cuyo tortuoso hueco
reproduce al oído, como un eco,
¡el murmullo del mar!

Ando en maleza vil donde no hay ruta;
y el temor a una víbora me inmuta,
cuando aventuro el pie.
-Una virtud suprema y exquisita
baja del firmamento y precipita
¡la zozobra en la fe!

Lleno de la esperanza de la gloria,
y arrostrando la inquina, y en la escoria,
fuelvo al éter la faz,
miro esplender la eternidad del cielo,
y reporto a mis lágrimas consuelo
¡y a mis enconos paz!

Mi espíritu de bronce con acíbar
se torna cera que desprende almíbar.
D'Annunzio dice bien:
la sazón lleva plácido atributo,
y dulcifica el alma, como el fruto,
¡aunque mina el sostén!

Con los jaspes del ónix mexicano
la tarde brilla en el inmenso vano,
en la veste de Ormuz;
y el pobre y aflictivo cementerio
refleja en su abandono y su misterio
¡la policroma luz!

Un adiós, hecho turba de colores,
como el de triste madre suelto en flores
a muerto chiquitín,
radia en el dombo, que prepara luto
y luminaria, por el sol hirsuto
¡que cayó en el confín!

Al rincón venerable llego al cabo.
Hurgo la herida con el propio clavo,
memoro trance cruel;
y ante un espectro gemebundo y bronco,
reclino intenso afán en firme tronco
¡de cercano laurel!

Trepadora vivaz orna la tumba,
que el estrago del tiempo se derrumba,
exenta de inscripción;
y en la cruz una ráfaga menea
follaje que parece que chorrea
¡lastimero festón!

Laúd solemne, sensitivo y pulcro,
enmudeció a la orilla del sepulcro
que atesta olvido tal...
a ti mi libro fiel ¡Oh poesía,
honrada solamente por la mía
y la de un vegetal!

Y a vos dama gentil, soberbia y dura,
que guardáis en desdén y en hermosura
¡un cadáver de amor!
planto y riego distinta enredadera
para que gane cumbre más severa
¡ídolo superior!

miércoles, 6 de junio de 2012

Ojos verdes

Ojos verdes
de Salvador Díaz Mirón






Ojos que nunca me veis,
por recelo o por decoro,
ojos de esmeralda y oro,
fuerza es que me contempléis;
quiero que me consoléis
hermosos ojos que adoro;
¡estoy triste y os imploro
puesta en tierra la rodilla!
¡Piedad para el que se humilla,
ojos de esmeralda y oro!

Ojos en que reverbera
la estrella crepuscular,
ojos verdes como el mar,
como el mar por la ribera,
ojos de lumbre hechicera
que ignoráis lo que es llorar,
¡glorificad mi penar!
¡No me desoléis así!
¡Tened compasión de mí!
¡Ojos verdes como el mar!

Ojos cuyo amor anhelo
porque alegra cuanto alcanza,
ojos color de esperanza,
con lejanías de cielo:
ojos que a través del velo
radian bienaventuranza,
mi alma a vosotros se lanza
en alas de la embriaguez,
miradme una sola vez,
ojos color de esperanza.

Cese ya vuestro desvío,
ojos que me dais congojas;
ojos con aspecto de hojas
empapadas de rocío.
Húmedo esplendor de río
que por esquivo me enojas.
Luz que la del sol sonrojas
y cuyos toques son besos,
derrámate en mí por esos
ojos con aspecto de hojas.

Nox

Nox
de Salvador Díaz Mirón






Noy hay almíbar ni aroma
como tu charla...
¿Qué pastilla olorosa
y azucarada
disolverá en tu boca
su miel y su ámbar,
cuando conmigo a solas
¡oh virgen! hablas?

La fiesta de tu boda
será mañana.

A la nocturna gloria
vuelves la cara,
linda más que las rosas
de la ventana;
y tu guedeja blonda
vuela en el aura
y por azar me toca
la faz turbada...

La fiesta de tu boda
será mañana.

Un cometa en la sombra
prende una cábala.
Es emblema que llora,
signo que canta.
El astro tiene forma
de punto y raya:
representa una nota,
pinta una lágrima.

La fiesta de tu boda
será mañana.

En invisible tropa
las grullas pasan,
batiendo en alta zona
potentes alas;
y lúgubres y roncas
gritan y espantan...
¡Parece que deploran
una desgracia!

La fiesta de tu boda
será mañana.

Nubecilla que flota,
que asciende o baja,
languidecida y floja,
solemne y blanca,
muestra señal simbólica
de doble traza:
¡finge un velo de novia
y una mortaja!

La fiesta de tu boda
será mañana.

Junto al cendal que toma
figura mágica,
Escorpión interroga,
mientras que su alfa
es carmesí que brota,
nuncio que sangra...
¡Y Amor y Duelo aprontan
distintas armas!

La fiesta de tu boda
será mañana.

¡Ah! Si la tierra sórdida
que por las vastas
oquedades enrolla
su curva esclava,
diese fin a sus rondas
y resultara
desvanecida en borlas
de tenue gasa...

La fiesta de tu boda
será mañana.

El mar con débil ola
tiembla en la playa,
y no inunda ni ahoga
pueblos, ni nada.
Del fuego de Sodoma
no miro brasa,
y la centella es rota
flecha en aljaba.

La fiesta de tu boda
será mañana.

¡Oh, Tirsa! Ya es la hora.
Valor me falta;
y en un trino de alondra
me dejo el alma.
Un comienzo de aurora
tiende su nácar,
y Lucifer asoma
su perla pálida.

Mudanza

Mudanza
de Salvador Díaz Mirón






Ayer, el cielo azul, la mar en calma
y el sol ignipotente y cremesino,
y muchas ilusiones en mi alma
y flores por doquier en mi camino.

Mi vida toda júbilos y encantos,
mi pecho rebosando de pureza,
mi carmen pleno de perfume y cantos
y muy lejos, muy lejos, la tristeza.

Ayer, la inspiración rica y galana
llenando mi cerebro de fulgores;
y tú, sonriente y dulce en tu ventana,
hablándome de dichas y de amores.

Ayer, cuanto era luz y poesía,
las albas puras y las tardes bellas
henchidas de sutil melancolía,
y las noches pletóricas de estrellas...

Y hoy... la sombra y el ansia y el desierto,
perdida la esperanza, y la creencia,
y el amor en tu espíritu ya muerto,
y sembrada de espinas la existencia.

domingo, 6 de mayo de 2012

Mística

Mística
de Salvador Díaz Mirón






Si en tus jardines, cuando yo muera,
cuando yo muera, brota una flor;
si en un celaje ves un lucero,
ves un lucero que nadie vio;
y llega un ave que te murmura,
que te murmura con dulce voz,
abriendo el pico sobre tus labios,
lo que en tu tiempo te dije yo:
aquel celaje y el ave aquella,
y aquel lucero y aquella flor
serán mi vida que ha transformado,
que ha transformado la ley de Dios.

Serán mis fibras con otro aspecto,
ala y corola y ascua y vapor;
mis pensamientos transfigurados:
perfume y éter y arrullo y sol.

Soy un cadáver, ¿cuándo me entierran?
Soy un viajero, ¿cuándo me voy?
Soy una larva que se transforma.
¿Cuándo se cumple la ley de Dios,
y soy, entonces, mi blanca niña,
celaje y ave, lucero y flor?

Los parias

Los parias
de Salvador Díaz Mirón






¿Queréis que entre el arrullo de mis brazos
tiemble el dormido corazón de Helena
como entre sus asiáticas murallas
y el vulnerable hijo de Peleo
otra vez en su lecho halle al amigo
por el que rugió hermoso? ¡Ay, quién pudiera
con su soplo alentar tales prodigios
y devolver la vida con su canto
a quienes se mostraron por la tierra
con tal deseo espléndido! Una aurora
puedo mecer en vuestros corazones
despertando la rosa en las mejillas
de aquellos hechos, dando a sus miradas
glaucos ojos y finas como liebres
piernas aventureras que recorran
con pasmo el verde mundo y, al regreso
de sus trabajos, bellos cual conquistas
de extraños soles, darles el acanto
como fresco cojín de sus placeres.
¿Mas debe el hombre transmitir el culto
de sus demencias? ¿Debe en sus delirios
arrancar de la nada los secretos
del caudaloso manantial antiguo
sobre el cual las voraces primaveras
desfilaron cual mármoles de sueño
su gentil pubertad? Aquellos seres,
aquellas enigmáticas hazañas,
aquel juego de dioses sometidos
Allá en el claro, cerca del monte
bajo una higuera como un dosel,
hubo una choza donde habitaba
una familia que ya no es.
El padre, muerto; la madre, muerta;
los cuatro niños muertos también:
él, de fatiga; ella de angustia;
¡ellos de frío, de hambre y de sed!

Ha mucho tiempo que fui al bohío
y me parece que ha sido ayer.
¡Desventurados! Allí sufrían
ansia sin tregua, tortura cruel.
Y en vano alzando los turbios ojos,
te preguntaban, Señor, ¿por qué?
¡Y recurrían a tu alta gracia
dispensadora de todo bien!

¡Oh Dios! Las gentes sencillas rinden
culto a tu nombre y a tu poder:
a ti demandan favores lo pobres,
a ti los tristes piden merced;
mas como el ruego resulta inútil
pienso que un día, pronto tal vez
no habrá miserias que se arrodillen,
¡no habrá dolores que tengan fe!

Rota la brida, tenaz la fusta,
libre el espacio ¿qué hará el corcel?
La inopia vive sin un halago,
sin un consuelo, sin un placer.
¡Sobre los fangos y los abrojos
en que revuelca su desnudez,
cría querubes para el presidio
y serafines para el burdel!

El proletario levanta el muro,
practica el túnel, mueve el taller;
cultiva el campo, calienta el horno,
paga el tributo, carga el broquel;
y en la batalla sangrienta y grande,
blandiendo el hierro por patria o rey,
enseña al prócer con noble orgullo
¡cómo se cumple con el deber!

Mas, ¡ay! ¿qué logra con su heroísmo?
¿Cuál es el premio, cuál su laurel?
El desdichado recoge ortigas
y apura el cáliz hasta la hez.
Leproso, mustio, deforme, airado
soporta apenas la dura ley,
y cuando pasa sin ver al cielo
¡la tierra tiembla bajo sus pies!

Lance

Lance
de Salvador Díaz Mirón






Es un viejo borracho que me provoca,
que me cierra el camino y al diablo evoca,
recio, locuaz, inmundo, descalzo y fiero,
con terribles ojazos de un gris de acero
y con una calvicie de yerma roca.
-La testa perdió greña, razón y toca.

Hasta el pecho la barba se le desliza,
como espuma de arroyo por cana y riza.
La diestra dura y fuerte, como una marra,
enseña entre uñas corvas, como de garra,
pipa roja con aire de cruenta triza.
-La mano es tan aleve como maciza.

Paro el corcel fogoso y alzo la fusta...
-Occiduo el Sol corona cúspide augusta,
y el ebrio tiene al rubro y oblicuo rayo
sangre a linfas rebelde que aun pinta el sayo-.
Y me afirmo en el potro, y él se me asusta,
y el anciano derriba y en lodo incrusta.

viernes, 6 de abril de 2012

La nube

La nube
de Salvador Díaz Mirón






¿Qué te acongoja mientras que sube
del horizonte del mar la nube,
negro capuz?
Tendrán por ella frescura el cielo,
pureza el aire. verdor el suelo,
matiz la luna.
No tiembles. Deja que el viento amague
y el trueno asorde y el rayo estrague
campo y ciudad;
tales rigores no han de ser vanos...
¡Los pueblos hacen con rojas manos
la Libertad!

La giganta

La giganta
de Salvador Díaz Mirón





I

Es un monstruo que me turba. Ojo glauco y enemigo,
como el vidrio de una rada con hondura que, por poca,
amenaza los bajeles con las unas de la roca.
La nariz resulta grácil y asemejase a un gran higo.

La guedeja blonda y cruda y sujeta, como el trigo
en el haz. Fresca y brillante y rojísima la boca,
en su trazo enorme y burdo y en su risa eterna y loca.
Una barba con hoyuelo, como un vientre con ombligo.

Tetas vastas, como frutos del mas pródigo papayo:
pero enérgicas y altivas en su mole y en su peso,
aunque inquietas, como gozques escondidos en el sayo.

En la mano, linda en forma, vello rubio y ralo y tieso,
cuyos ápices fulguran como chispas, en el rayo
matinal, que les aplica fuego móvil con un beso.



II

¡Cuales piernas! Dos columnas de capricho, bien labradas,
que de púas amarillas resplandecen espinosas,
en un pérfido que finge la vergüenza de las rosas,
por estar desnudo a trechos ante lúbricas miradas,

Albos pies, que con eximias apariencias azuladas
tienen corte fino y puro. ¡Merecieran dignas cosas!
En la Hélade soberbia las envidias de las diosas,
¡o a los templos de Afrodita engreír mesas y gradas!

¡Qué primores! Me seducen; y al encéfalo prendidos,
me los llevo en una imagen, con la luz que los proyecta,
y el designio de guardarlos de accidentes y de olvidos.

Y con métrica hipertrofia, no al azar del gusto electa,
marco y fijo en un apunte la impresión de mis sentidos,
a presencia de la torre mujeril que los afecta.

martes, 6 de marzo de 2012

La cita

La cita
de Salvador Díaz Mirón






¡Adiós, amigo, adiós! ¡El sol se esconde,
la luna sale de la nube rota,
y Eva me aguarda en el estanque, donde
el cisne nada y el nelombo flota!

Voy a estrechar a la mujer que adoro.
¡Cuál me fascina mi delirio extraño!
¡Es el minuto del ensueño de oro
de la cita del ósculo en el baño!

¡Es la hora en que los juncos oscilantes
de la verde ribera perfumada
se inclinan a besar los palpitantes
pechos desnudos de mi dulce amada!

¡Es el momento azul en que la linfa
tornasolada, transparente y pura,
sube hasta el blanco seno de la ninfa
como una luminosa vestidura!

¡Es el instante en que la hermosa estrella
crepuscular se asoma con anhelo
para ver a otra venus que descuella
sobre el húmedo esmalte de otro cielo!

¡Es ya cuando las tórtolas se paran
y se acarician en los mirtos rojos,
y los ángeles castos se preparan
a ponerse las manos en los ojos!

La canción del paje

La canción del paje
de Salvador Díaz Mirón






Tan abierta de brazos como de piernas,
Tocas el harpa y ludes madera y oro.
Dejo al mueble la plaza por el decoro,
Y contemplo caricias a hurgarme tiernas.

A tu ardor me figuras y subalternas
En la intención del alma que bien exploro,
Y en el roce del cuerpo con el sonoro
Y opulento artefacto que mal gobiernas.

Y tanto me convidas, que ya me infiernas;
Y refrenado y mudo finjo que ignoro,
Para que si hay ultraje no lo disciernas.

Por fiel a un noble amigo pierdo un tesoro...
Tan abierta de brazos como de piernas,
Tocas el harpa y ludes madera y oro.

Infeliz el cónyuge, ¡Ay del que se fíe!

Infeliz el cónyuge, ¡Ay del que se fíe!
de Salvador Díaz Mirón






Infeliz el cónyuge, ¡ay del que se fíe
de joven hermosa, dulce y hechicera
en brazos de un mozo que apriete y porfíe!
Ella dulcemente mueve la cadera,
y él no mira cosa que la contraríe,
y en los pardos bucles de la cabellera
una flor de fuego bruscamente ríe.
Y la esposa baila con los senos fuera
y él no mira cosa que la contraríe,
y en los pardos bucles de la cabellera
una flor de fuego bruscamente ríe.

lunes, 6 de febrero de 2012

In hoc signo[1]

In hoc signo[1]
de Salvador Díaz Mirón






Cautivo un gorrión estaba,
Y de un astro se prendó;
Y en su música decía:
"Llegue a ti mi dulce voz."

Por azar, o por astucia,
El pajarillo escapó;
Y al cielo se fue trinando
"Alas tengo y libre soy."

Y el ave a la rica estrella
Pudo subir, y cantó:
"Ni cadenas ni distancias
vedan triunfos al amor."


1.↑ Canción escrita para su hija rosa

Idilio

Idilio
de Salvador Díaz Mirón






A tres leguas de un puerto bullente
que a desbordes y grescas anima,
y al que a un tiempo la gloria y el clima
adornan de palmas la frente,
hay un agrio breñal, y en la cima
de un alcor un casucho acubado,
que de lejos diviso a menudo,
y rindiéndose apoya un costado
en el tronco de un mango copudo.

Distante, la choza resulta montera
con borla y el sesgo cobre una mollera.

El sitio es ingrato, por fétido y hosco.
El cardón, el nopal y la ortiga
prosperan; y el aire trasciende a boñiga,
a marisco y a cieno; y el mosco
pulula y hostiga.

La flora es enérgica para
que indemne y pujante soporte
la furia del soplo del Norte,
que de octubre a febrero no es rara,
Y la pródiga lumbre febea,
que de marzo a septiembre caldea.

El Oriente se inflama y colora,
como un ópalo inmenso en un lampo,
y difunde sus tintes de aurora
por piélago y campo.
Y en la magia que irisa y corusca,
una perla de plata se ofusca.

Un prestigio rebelde a la letra,
un misterio inviolable al idioma,
un encanto circula y penetra
y en el alma es edénico aroma.
Con el juego cromático gira,
en los pocos instantes que dura;
y hasta el pecho infernado respira
un olor de inocencia y ventura.
¡Al través de la trágica Historia,
un efluvio de antigua bonanza
viene al hombre, como una memoria,
y acaso como una esperanza!

El ponto es de azogue y apenas palpita.
Un pesado alcatraz ejercita
su instinto de caza en la fresca.
Grave y lento, discurre al soslayo,
escudriña con calma grotesca,
se derrumba cual muerto de un rayo,
sumérgese y pesca.

Y al trotar de un rocín flaco y mocho,
un moreno, que ciñe moruna,
transita cantando cadente tontuna
de baile jarocho.

Monótono y acre gangueo,
que un pájaro acalla, soltando un gorjeo.

Cuanto es mudo y selecto en la hora,
en el vasto esplendor matutino,
halla voz en el ave canora,
¡vibra y suena en el chorro del trino!

Y como un monolito pagano,
un buey gris en un yermo altozano
mira fijo, pasmado y absorto,
la pompa del orto.

Y a la puerta del viejo bohío
que oblicuando su ruina en la loma
se recuesta en el árbol sombrío-,
una rústica grácil asoma,
como una paloma.

Infantil por edad y estatura,
sorprende ostentando sazón prematura:
elásticos bultos de tetas opimas;
y a juzgar por la equívoca traza,
¡no semeja sino una rapaza
que reserva en el seno dos limas!

Blondo y grifo e inculto el cabello,
y los labios turgentes y rojos,
y de tórtola el garbo del cuello,
y el azul del zafiro en los ojos.
Dientes albos, parejos, enanos,
que apagado coral prende y liga,
que recuerdan, en curvas de granos,
el maiz cuando tierno en la espiga.
La nariz es impura, y atesta
una carne sensual e impetuosa;
y en la faz, a rigores expuesta,
la nieve da en ámbar, la púrpura en rosa,
y el júbilo es gracia sin velo
y en cada carrillo produce un hoyuelo.

La payita se llama Sidonia.
Llegó a México en una barriga:
en el vientre de infecta mendiga
que, del fango sacada en Bolonia,
formó parte de cierta colonia
y acabó de miseria y fatiga.

La huérfana ignara y creyente
busca sólo en los cielos el rastro;
y de noche imagina que siente
besos ¡ay! en los hilos de un astro.
¿Que ilusión es tan dulce y hermosa?
Dios le ha dicho: ¡"Sé plácida y bella;
y en el duelo que marque una fosa
por la fe que contemple una estrella"!
¿Quién no cede al consuelo que olvida?
La piedad es un santo remedio;
y después, el ardor de la vida
urge y clama en la pena y el tedio
y al tumulto y al goce convida.
De la zafia el pesar se distrae-,
desplome de polvo y ascenso de nube.
¡Del tizón la ceniza que cae
y el humo que sube!

La madre reposa con sueño de piedra.
La muchacha medra.

Y por siembras y apriscos divaga
con su padre, que duda de serlo;
y el infame la injuria y estraga
y la triste se obstina en quererlo.
Llena está de pasión y de bruma,
tiene ley en un torpe atavismo,
y es el cierzo del mal una pluma...
¡Oh pobreza! ¡Oh incuria! ¡Oh abismo!

Vestida con sucios jirones de paño,
descalza y un lirio en la greña,
la pastora gentil y risueña
camina detrás del rebaño.

Radioso y jovial firmamento.
Zarcos fondos, con blancos celajes
como espumas y nieves al viento
esparcidas en copos y encajes.

Y en la excelsa y magnífica fiesta,
y cual mácula errante y funesta,
un vil zopilote resbala,
tendida e inmóvil el ala.

El Sol meridiano fulgura,
suspenso en el Toro;
y el paisaje, con varia verdura,
parece artificio de talla y pintura,
según está quieto en el oro.

El fausto del orbe sublime
rutila en urgente sosiego;
y un derribo de paz y de fuego
baja y cunde y escuece y oprime.

Ni céfiro blando que aliente, que rase,
que, corra, que pase.

Entre dunas aurinas que otean-,
tapetes de grama serpean,
cortados a trechos por brazos hostiles,
que muestran espinas y ocultan reptiles.
Y en hojas y tallos un brillo de aceite
simula un afeite.

La luz torna las aguas espejos;
y en el mar sin arrugas ni ruidos
reverbera con tales reflejos,
que ciega, causando vahidos.

El ambiente sofoca y escalda;
y encendida sudando, la chica
se despega y sacude la falda,
y así se abanica.

Los guiñapos revuelan en ondas...
La grey pace y trisca y ahogándose tarda.
Y al amparo de umbráticas frondas
la palurda se acoge y resguarda.

Y un borrego con gran cornamenta
y pardos mechones de lana mugrienta,
y una oveja con bucles de armiño-,
la mejor en figura y aliño-,
se copulan con ansia que tienta.

La zagala se turba y empina...
y alocada en la fiebre del celo,
lanza un grito de gusto y de anhelo...
¡Un cambujo patán se avecina!

Y en la excelsa y magnífica fiesta,
y cual mácula errante y funesta,
un vil zopilote resbala,
tendida e inmóvil el ala.

Gris perla

Gris perla
de Salvador Díaz Mirón






Siempre aguijo el ingenio en la lírica;
y él en vano al misterio se asoma
a buscar a la flor del Deseo
vaso digno del puro Ideal.
¡Quién hiciera una trova tan dulce,
que al espíritu fuese un aroma,
un ungüento de suaves caricias,
con suspiros de luz musical!

Por desdén a la pista plebeya,
la Ilusión empinada en su loma
quiere asir, ante límpidas nubes,
virtud alta en sutil material;
Pero el Alma en el barro se yergue,
y el magnífico afán se desploma-,
y revuelca sus nobles armiños
en el negro y batido fangal.

La palabra en el metro resulta
baja y fútil pirueta en maroma;
un funámbulo erecto pontífice
lleva manto de pompa caudal;
y si el Gusto en sus ricas finezas
pide nuevo poder al idioma,
¡aseméjase al ángel rebelde
que concita en el reino del mal!
¡Quién hiciera una trova tan dulce,
que al espíritu fuese un aroma,
un ungüento de suaves caricias,
con suspiros de luz musical!

viernes, 6 de enero de 2012

Excélsior[1]

Excélsior[1]
de Salvador Díaz Mirón






Conservo de la injuria,
no la ignominia; pero si la marca.
¡Sentíme sin honor, cegué de furia,
y recogilo de sangrienta charca!

Y hórrido amago suena...
Así la racha en el desierto zumba,
¡cuando en crecientes vórtices de arena
corre a ceñir al árabe la bumba!

¡Infames! Os agravia
que un alma superior aliente y vibre;
y en vuestro miedo, trastocado en rabia,
vejáis cautivo al que adularais libre.

Cruel fortuna dispensa
favor al odio de que hacéis alardes.
Estoy preso, caído, sin defensa...
podéis herir y escarnecer, ¡cobardes!

Al mal dolos procuren
fuerza y laurel que la razón no alcanza.
¡Aún se cantar; y en versos que perduren
publicaré a los siglos mi venganza!

Sobre la impura huella
del fraude, la verdad austera y sola
brilla, como el silencio de una estrella
por encima del ruido de una ola.



1.↑ En la cárcel de Veracruz

Epístola joco-seria[1]

Epístola joco-seria[1]
de Salvador Díaz Mirón






Tan abierta de brazos como de piernas,
Tocas el harpa y ludes madera y oro.
Dejo al mueble la plaza por el decoro,
Y contemplo caricias a hurgarme tiernas.

A tu ardor me figuras y subalternas
En la intención del alma que bien exploro,
Y en el roce del cuerpo con el sonoro
Y opulento artefacto que mal gobiernas.

Y tanto me convidas, que ya me infiernas;
Y refrenado y mudo finjo que ignoro,
Para que si hay ultraje no lo disciernas.

Por fiel a un noble amigo pierdo un tesoro...
Tan abierta de brazos como de piernas,
Tocas el harpa y ludes madera y oro.



1.↑ Al editor

Epístola

Epístola
de Salvador Díaz Mirón






Me hallo solo y estoy triste.
Tu viaje -que no maldigo
porque tú lo decidiste-,
me hundió en la sombra. ¡Partiste,
y la luz se fue contigo!

¡Somos, en este momento
en que el afán nos consume,
dos flores de sentimiento
separadas por el viento
y unidas por el perfume!

¡Ay de los enamorados
que están en diversos puntos
y viven -¡infortunados!-
con los cuerpos apartados
y los espíritus juntos!

Pero el mal de que adolece
nuestra pasión, que Dios veda,
en ti mengua y en mí crece.
¡Aquél que se va padece
menos que aquél que se queda!

Sufres, pero no ha de ser
cual tu ternura me avisa.
Tu dolor ha de tener
a menudo una sonrisa:
¡lo nuevo causa placer!

Mas yo, pobre abandonado,
no encuentro paz ni consuelo.
Desde que te has alejado
estoy ausente del cielo.
¡Sin duda te lo has llevado!

Extrañarás que hable así,
pero ¡qué quieres! te juro
que no miento. Para mí,
cuanto es halagüeño y puro
empieza y termina en ti.

Y fuera de ti, bien mío,
la infinita creación
no es más que un inmenso hastío:
¡el espantoso vacío
del alma y del corazón!

Tú resucitaste a un muerto.
Yo era -¡recuerdo importuno!-
algo monótono y yerto,
tal como un campo desierto
y sin accidente alguno.

¡Era un ente sin historia,
una conciencia en asomo,
cuando -¡esplendente memoria!-
tu presencia hizo en mí como
un cataclismo de gloria!

Derramaste en mi existencia
-en una mística esencia-,
la desgracia y la ventura,
el deleite y la tortura,
la razón y la demencia.

El ideal canta y gime:
es un abrazo que oprime.
Lo dichoso y lo funesto
constituyen lo sublime.
El amor está compuesto

de todas las agonías,
de todas las inquietudes,
de todas las armonías,
de todas las poesías
y de todas las virtudes.

Es el fanal y es la tea;
es el hálito que orea
y es el soplo que alborota;
es la calma que recrea
y es la tormenta que azota.

Es un galvánico efecto;
es lo rudo y es lo suave;
es lo noble y es lo abyecto;
es la flor y es el insecto;
es el reptil y es el ave.

Semejante al aluvión
resulta de la fusión
de la rastra y de la pluma,
de la hez y de la espuma,
del pétalo y del peñón.

Tu belleza seductora
dio un destello a mi ansia negra,
como el rayo que colora
pone en la nube que llora
el arcoiris que alegra.

Tu imagen grata y radiante
fue un rápido meteoro:
una hermosa estrella errante
que abrió en mi noche incesante
un ardiente surco de oro.

¡Lúgubre suerte me cabe,
contemplar un ígneo rastro!
¡Infeliz de mí! ¡Quién sabe,
si cuando el eclipse acabe,
veré como antes el astro!

Entre dos lentes

Entre dos lentes
de Salvador Díaz Mirón





Bruno el sombrero que a lucir campea
Con alto moño y superior plumaje.
Faz que vela su olímpico linaje
Y que de negro el tul raya y puntea.

Azabache tejido el noble traje;
Y al cuello en un listón rica presea:
Adamantino aljófar que chispea
En dos aros que intrincan maridaje.

Al pecho y relumbrando en el ropaje,
Áurica soga. La beldad ladea
El torso; mas no elude mi espionaje.

Y con gesto hermosísimo florea
Faz que vela su olímpico linaje
¡Y que de negro el tul raya y puntea!

Engarce

Engarce
de Salvador Díaz Mirón






El misterio nocturno era divino.
Eudora estaba como nunca bella,
y tenía en los ojos la centella,
la luz de un gozo conquistado al vino.

De alto balcón apostrofóme a tino;
y rostro al cielo departí con ella
tierno y audaz, como con una estrella...
!Oh qué timbre de voz trémulo y fino!

¡Y aquel fruto vedado e indiscreto
se puso el manto, se quitó el decoro,
y fue conmigo a responder a un reto!

¡Aventura feliz! La rememoro
con inútil afán; y en un soneto
monto un suspiro como perla en oro.

En el álbum de la señorita Ana Markoe

En el álbum de la señorita Ana Markoe
de Salvador Díaz Mirón






Espléndida rosa de mágico prado
que entreabre sus hojas al sol del amor,
eso eres, Anita. Yo soy, a tu lado,
la espina en la rosa, la nube en el sol.

Dejé mis riberas, mi nido de palma,
colgado de un árbol dejé mi rabel;
tendí en el espacio las alas de mi alma
y llego y murmuro mi nombre a tus pies.

Es flor de los cielos la pálida estrella,
es flor de las ondas la espuma del mar,
es flor del recuerdo mi dulce querella,
es flor que se muere si en tu alma no está.

En el álbum de Matilde

En el álbum de Matilde
de Salvador Díaz Mirón






¡Si yo tuviera aliento como el águila
que se remonta a la región azul,
me elevaría a la mansión espléndida
donde se sienta el Padre de la luz!

Y postrado a sus pies como los ángeles
que bendicen su altísima bondad,
le pidiera la música del céfiro
y el murmullo pacífico del mar;

le pidiera la voz dulce y monótona
del viento en la desierta soledad,
y el gemido del aura melancólica
cuando calma la ronca tempestad.

Y le pidiera más: la voz magnífica
y el arpa melodiosa de David;
y mucho más: la inspiración profética,
¡y todo, todo, por cantarte a ti!

Sí, por cantarte a ti, beldad seráfica,
por cantarte, dulcísima mujer,
aunque dejaras mi plegaria trémula
en alas de la brisa perecer.

Cuando tus ojos de paloma tímida
se humedecen al tacto del dolor,
y se desprende de ellos una lágrima
que pasa y moja tu mejilla cándida,
¡me pareces un ángel del Señor!

Y cuando miro tu cabello undívago
de tus blancas espaldas en redor,
cayendo como leve manto de ébano
y sombreando tu semblante lánguido,
¡me pareces un ángel del Señor!

Cuando te veo que la frente humillas
balbuceando una mística oración,
y empapadas en llanto tus mejillas,
¡me pareces un ángel de rodillas
demandando con lágrimas perdón!

¿Lloras? ¿Acaso entre tu pecho gime
tu leal e inocente corazón,
o algún recuerdo de dolor le oprime?
¡Llora, sí, que llorando eres sublime,
y aún eres más sublime en la oración!