domingo, 2 de noviembre de 2008

CINTAS DE SOL

I



La joven madre perdió a su hijo,

se ha vuelto loca y está en su lecho.

Eleva un brazo, descubre un pecho,

suma las líneas de un enredijo.



El dedo en alto y el ojo fijo,

cuenta las curvas que ornan el techo

y muestra un rubro pezón, derecho

como en espasmo y ardor de rijo.



En la vidriera, cortina rala,

tensa y purpúrea cierne curiosa

lumbre, que tiñe su tenue gala.



¡Y roja lengua cae y se posa,

y con delicia treme y resbala

en el erecto botón de rosa!



II



Cerca, el marido forma concierto:

¡ofrece el torpe fulgor del día

desesperada melancolía;

y en la cintura prueba el desierto!



¡Ah! Los olivos del sacro huerto

guardan congoja ligera y pía.

El hombre sufre doble agonía:

¡la esposa insana y el niño muerto!



Y no concibe suerte más dura,

y con el puño crispado azota

la sien, y plañe su desventura.



¡Llora en un lampo la dicha rota;

y el rayo juega con la tortura

y enciende un iris en cada gota!



III



Así la lira. ¿Qué grave duelo

rima el sollozo y enjoya el luto,

y a la insolencia paga tributo

y en la jactancia procura vuelo?



¿Qué mano digna recama el velo

y la ponzoña del triste fruto,

y al egoísmo del verso bruto

inmola el alma que mira al cielo?



¡La poesía canta la historia;

y pone fértil en pompa espuria;

a mal de infierno burla de gloria!



¡Es implacable como una furia,

y pegadiza como una escoria,

e irreverente como una injuria!

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